Desde hace años venimos experimentando en primera persona cómo cada vez que salimos a montar en bici, miradas de todas partes caen sobre nosotros. A veces, exageradamente. No hay una vez que salgamos a la calle en reclinada que no nos dediquen algún que otro cumplido -aunque obviamente se refieren al vehículo que llevamos-.
Si una reclinada o un trike son llamativos, el efecto se multiplica por 10 en un velomóvil (o velomobile): un trike cubierto al completo por un carenado. Esa superficie, rotulable al 100%, es el mejor escaparate porque todas las miradas se quedan fijas en él hasta que se pierde de vista.
La principal ventaja del velomóvil como vehículo publicitario es que es algo totalmente novedoso (digamos “lo nunca visto”), por lo que el número de impactos es infinitamente mayor que en cualquier otro vehículo, sean cuales sean sus dimensiones. El impacto se multiplica de nuevo porque cientos de personas aprovechan para hacerle una fotografía con el móvil (tanto peatones como pasajeros en coche) y reenvían esas fotografías a sus familiares y amigos, o la publican en las redes sociales. El impacto es tremendo.
Ni que decir tiene que la imagen de cualquier empresa, con un diseño adecuado, resulta increíblemente atractiva sobre este soporte.
La otra gran ventaja de nuestros vehículos es que son esencialmente bicicletas y triciclos a pedales, es decir, están propulsados exclusivamente por nuestra acción muscular. En consecuencia, no contaminan, no hacen ruido y no requieren un gasto de combustible. Por lo tanto, transmiten una imagen verde.
Al mismo tiempo, esta cualidad les permite circular por el centro de las ciudades e incluso en zonas de intenso tráfico peatonal donde estén permitidas las bicicletas.
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